Por: Grandes Empresarios
Durante años, se habló de invertir en mujeres como si fuera una deuda moral, una cuota que había que cumplir o un gesto de buena voluntad para limpiar la imagen corporativa. Eso ya no basta. Porque la verdad, la cruda y rentable verdad, es esta:
Invertir en mujeres no es un acto de inclusión.
Es una decisión de negocio inteligente.
Y los datos lo confirman.
Las cifras hablan (pero pocos las escuchan)
Según el Boston Consulting Group, las startups fundadas o cofundadas por mujeres generan 78 centavos de ingreso por cada dólar invertido, frente a 31 centavos de las fundadas solo por hombres.
Otro estudio de First Round Capital reveló que las empresas con mujeres en su equipo fundador superan en rendimiento en un 63% a aquellas compuestas solo por hombres.
¿Entonces por qué, en Latinoamérica, menos del 2% del capital de riesgo va a proyectos liderados por mujeres?
Porque seguimos atrapados en un modelo de inversión basado en círculos cerrados, sesgos inconscientes y un imaginario obsoleto del “founder ideal”: joven, hombre, agresivo y techie.
Las fundadoras ya no piden permiso
Las mujeres emprendedoras de esta región no están esperando que les abran la puerta. La están forzando, abriendo y reconstruyendo.
Están creando negocios rentables, escalables y con impacto social real. Desde fintechs inclusivas hasta empresas de salud, logística, educación y energía.
Además, muchas de ellas operan con una mirada más amplia: construyen empresas que cuidan a sus empleados, a sus comunidades y al planeta, sin perder enfoque financiero.
Porque el talento femenino no solo resuelve problemas… los anticipa, los entiende y los transforma.
No es cuota. Es visión
Quienes siguen viendo la equidad de género como “agenda blanda” están perdiendo oportunidades millonarias. Invertir en mujeres no es llenar una casilla. Es abrir una ventana.
A nuevos mercados, a otras formas de crecer, a modelos más resilientes y humanos.
Desde Grandes Empresarios lo decimos claro: apostar por el talento femenino no es quedar bien. Es quedar arriba.
Y el que no lo entienda, que se prepare para ver cómo otros toman la delantera.