Columna
En las salas de juntas de Nueva York, Madrid, Dubai y São Paulo, cada vez se escucha con más fuerza una palabra: Latinoamérica. Pero no en tono de alarma, como solía ocurrir cuando se hablaba de volatilidad. Hoy se menciona con un matiz diferente: oportunidad estratégica.
Mientras los mercados tradicionales enfrentan saturación, crecimiento plano o burocracia excesiva, América Latina ofrece lo que más desea el capital privado: escalabilidad, talento, necesidad… y urgencia.
El secreto está en entender el caos como catalizador
Invertir en Latam no es para tibios. Es para quienes comprenden que el riesgo no se elimina: se gestiona. Quienes han sabido leer este código —desde SoftBank hasta Riverwood Capital, pasando por KASZEK, Monashees o ALLVP— están cosechando frutos que en otros continentes ni siquiera germinan.
¿Por qué? Porque aquí el crecimiento no viene por marketing, sino por resolver fricciones reales:
Millones sin acceso bancario.
Infraestructura digital aún por construirse.
Servicios básicos que aún no son universales.
Y una generación entera que prefiere emprender antes que emigrar.
Latinoamérica no necesita caridad ni filantropía. Necesita capital que crea en su caos funcional.
El emprendedor latino: resiliente, hambriento y con visión global
A diferencia de Silicon Valley, donde el fracaso es casi ritual, aquí cada error cuesta caro. Por eso el emprendedor latino:
Sabe improvisar sin perder visión.
Aprende a negociar con gobiernos, bancos, proveedores y clientes… al mismo tiempo.
Y construye negocios que no solo funcionan “en condiciones ideales”, sino en el terreno real.
Eso le da una ventaja competitiva única: la adaptabilidad. Empresas como Nubank, Rappi, NotCo o Kavak no serían igual de valiosas si hubieran nacido en Suiza.
El capital privado ya no observa: actúa
En 2023, la inversión de Venture Capital en Latinoamérica superó los $8,000 millones USD, según LAVCA. Y aunque las cifras bajaron respecto al pico de 2021, los deals se volvieron más sólidos, selectivos y con foco en rentabilidad.
El capital ya no busca unicornios rápidos: busca centauros sostenibles. Empresas con impacto real, fundadores con piel gruesa y modelos que puedan escalar sin quemar millones.
El mensaje es claro: quien entienda a Latinoamérica ahora, liderará mañana.
La región ya no es “el próximo gran mercado”. Ya lo es.
Y quienes entren con visión, acompañamiento y estrategia, no solo harán negocio: dejarán legado.
Invertir en América Latina no es una apuesta. Es una decisión informada para quienes entienden que el futuro no será uniforme, sino emergente.
Por: Grandes Empresarios
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